LA IDENTIDAD Y LA DIGNIDAD DE LA PERSONA
Autoconcepto y autoestima
El autoconcepto es la opinión que una persona tiene sobre sí misma, que lleva asociado un juicio de valor. Autoconcepto no es lo mismo que autoestima, sin embargo su relación es muy estrecha y no podría entenderse uno sin la presencia del otro. El autoconcepto representa la imagen que tenemos de nosotros mismos.
La autoestima es la valoración, percepción o juicio positivo o negativo que una persona hace de sí misma en función de la evaluación de sus pensamientos, sentimientos y experiencias.
La dignidad personal
Significa que un individuo siente respeto por sí mismo y se valora al mismo tiempo que es respetado y valorado. Implica la necesidad de que todos los seres humanos sean tratados en igualdad y que puedan gozar de los mismos derechos.
La dignidad humana no es un derecho, sino que es el fundamento de los derechos que
tenemos todas las personas. Los derechos, creados para proteger la dignidad de las
personas, están sustentados en una serie de valores que deben ser respetados por nuestros
semejantes y proporcionados por nuestras autoridades. Por ejemplo, el valor de la vida, la
libertad, la igualdad, el respeto y la solidaridad.
EL VALOR DE LA VIDA: La vida es un derecho que tenemos sin importar el color de nuestra piel, nuestra religión, nuestro sexo o nuestro nivel económico. La vida humana se califica como existencia racional, social y espiritual, y, en ella, deben estar contenidos todos los valores humanos. Es por eso que los seres vivientes pueden llegar a un determinado nivel de conciencia, mientras que el ser humano es capaz de decidir y actuar en el más alto grado de conciencia. La dignidad humana se manifiesta en el solo hecho de poseer la vida y de actuar correctamente.
EL VALOR DE LA LIBERTAD: La libertad no significa que podemos hacer lo que queramos, pues no debe ser vivida desde un punto de vista individual, ya que obstaculizaríamos el bienestar de las otras personas tratando de conseguir aquello que necesitamos. Podemos definir la libertad como la capacidad de vivir sin ataduras y sin ser explotados, con la plena posibilidad de crecer, aprender y desarrollar nuestros talentos sin perjudicar la de otros.
EL VALOR DE IGUALDAD: La igualdad exige que cada individuo, que pertenezca a un grupo, sea tratado de la misma manera que los demás, goce de privilegios semejantes y tenga las mismas responsabilidades. Una comunidad que viva en igualdad será más justa, más segura, tendrá menos violencia y marginalidad. La igualdad permite que todas las personas tengan las mismas oportunidades para realizar sus sueños, disfrutar de su dignidad y ser felices.
EL VALOR DEL RESPETO: Este valor consiste en apreciar y valorarse a sí mismo, a los demás y al entorno. Nos respetamos unos a otros porque reconocemos que cada uno puede aportar algo diferente y especial, nos respetamos porque valoramos y apreciamos lo propio de cada persona. El respeto se experimenta cada día cuando aceptamos que tenemos diferencias con otros, cuando escuchamos con atención sus ideas, valoramos sus acciones y les damos un trato considerado.
EL VALOR DE LA SOLIDARIDAD: La solidaridad se basa en la unidad y el trabajo conjunto de varias personas para alcanzar metas y objetivos comunes. La solidaridad permite encauzar los esfuerzos de las personas, bien sea para aumentar la prosperidad o para crear oportunidades de trabajo y bienestar para todos.
Cada uno de nosotros/as somos únicos y diferentes.
1) Explica el valor de la respetabilidad y dignidad personal.
Reconocimiento de uno mismo/a y de los otros/as como base para la convivencia
El autoconocimiento implica conocer tanto tus virtudes como tus defectos, es decir, en aquello que puedes mejorar y en esos aspectos que sabes defenderte. Saberlo no solo es una parte fundamental para conocerte a ti mismo/a mejor, sino que será crucial para desarrollar una buena autoestima.
El respeto
El respeto es un valor y una cualidad positiva que se refiere a la acción de respetar; es equivalente a tener veneración, aprecio y reconocimiento por una persona o cosa.
La palabra proviene del latín respectus, que traduce ‘atención’, ‘consideración’, y originalmente significaba ‘mirar de nuevo’, de allí que algo que merezca una segunda mirada sea algo digno de respeto.
El estilo personal positivo
¿Qué es el estilo personal? El estilo personal es aquel que permanece a través de los años y que es independiente a las modas o los cambios de vida. Es inherente a tu personalidad, tu forma de ser y de expresarte.
El autocontrol
El autocontrol emocional consiste en gestionar nuestros sentimientos y comportamientos para controlar tanto las emociones positivas como las negativas y así poder expresarlas de manera adecuada. Sin embargo, para mejorar el autocontrol emocional es fundamental desarrollar o potenciar la inteligencia emocional.
Qué es la inteligencia emocional.- Para Goleman, la inteligencia emocional es la capacidad de reconocer sentimientos propios y ajenos, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones.
La resiliencia
La resiliencia es el proceso de adaptarse bien a la adversidad, a un trauma, tragedia, amenaza, o fuentes de tensión significativas, como problemas familiares o de relaciones personales, problemas serios de salud o situaciones estresantes del trabajo o financieras.
Ser resiliente no quiere decir que la persona no experimenta dificultades o angustias. El dolor emocional y la tristeza son comunes en las personas que han sufrido grandes adversidades o traumas en sus vidas. De hecho, el camino hacia la resiliencia probablemente está lleno de obstáculos que afectan nuestro estado emocional.
La resiliencia no es una característica que la gente tiene o no tiene. Incluye conductas, pensamientos y acciones que pueden ser aprendidas y desarrolladas por cualquier persona.
Expresar sentimientos y emociones
Expresar sentimientos y emociones nos ayuda a construir mejores relaciones. Esto se debe a que el ser conscientes de nuestras emociones nos ayuda a hablar claramente sobre nuestros sentimientos, evitar o resolver mejor los conflictos y superar los sentimientos difíciles con mayor facilidad.
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Afrontar los fracasos
Fracasar nos produce una gran sensación de insatisfacción que puede llegar a bloquearnos y llenarnos de ansiedad. Algunos estudios han comprobado cómo la sensación de fracaso puede llegar a afectar a la concentración, la atención y otras capacidades cognitivas, saboteando el desempeño futuro. Es como si el hecho de fracasar hiciera que algunas personas se rechazaran a sí mismas, en vez de utilizarlo aprender de ello.
El profesor Martin Covington de la Universidad de California comprobó en una investigación que una de las estrategias para proteger nuestra autoestima es creer que somos competentes y demostrarlo a los demás. Es por ello que, consecuentemente, fracasar puede anular nuestra autoestima y nos hace creer que no somos válidos. Sin embargo, este profesor también comprobó como algunas personas no tienen tanto miedo al fracaso y estas son las que se enfocan en aprender por el simple disfrute de aprender, siendo las mayormente orientadas hacia el éxito.
Fracasar es parte de nuestro propio aprendizaje. Nunca podríamos haber aprendido a andar si no nos hubiéramos tambaleado y caído varias veces cuando apenas teníamos estabilidad. Pero después de un buen berrinche, nos levantábamos y volvíamos a hacerlo hasta conseguir, paso tras paso, llegar a los brazos de quienes nos llamaban. Para ser felices no solo hay que aprender a tener éxito sino también aprender a fracasar. A continuación, te mostramos algunos consejos y reflexiones para conseguir superar el fracaso, aprender de él y estar en paz con uno mismo.
1. Acepta como te sientes.- Es normal sentirse dañado cuando se falla. Puede que hayamos mantenido grandes expectativas sobre ciertos resultados y repentinamente debemos enfrentarnos al hecho de que la realidad no concuerda con aquello que habíamos deseado. A veces, el fracaso nos produce cierta insatisfacción, pero otras veces es demasiado doloroso, dependiendo de en nivel de expectativas y la importancia de aquello que queríamos conseguir.
Tratar de mirar hacia otro lado y reprimir nuestras emociones sólo conduce a empeorar el proceso de sanación y no dejar curar las heridas emocionales. Aceptar cómo nos sentimos y permitirnos aflorar esos sentimientos hará que el proceso sea menos doloroso a largo plazo. Recuerda que todos somos humanos y podemos cometer errores, castigarnos a nosotros mismos de manera desmedida no conduce a un mejor resultado.
2. Aprender.- Por mucho que alguien externo nos explique algo, o leamos una lección en un libro de texto, no hay mejor forma de aprender en la vida que fallando. Son los errores y el aprendizaje posterior los que nos hacen madurar y ser más sabios. Una persona que nunca ha cometido un error no podría tener una percepción realista de la vida. Recuerda que el fracaso tiene también una cara positiva y es obligarnos a analizar qué errores hemos cometido para cambiar nuestras acciones. Incluso aunque no hayamos cometido ninguno, nos pone en sobreaviso para aprender que en la vida no todo saldrá siempre como esperamos y tratar de vivir en la negación solo nos llevaría a un estado de frustración a inmadurez constante.
Cuando te sientas mal por un fracaso trata de contestar con total honestidad a estas preguntas:
- ¿Qué puedo aprender sobre esto? Intenta nombrar una sola cosa
- ¿Qué puedo cambiar en mis actos para hacerlo mejor la próxima vez?
- ¿Qué cambios en mis actuaciones me harían estar más orgulloso/a de mí en otras ocasiones, aunque volviera a fracasar?
Estas conclusiones nos ayudarán a pasar página aprendiendo de cada uno de nuestros fallos desde una perspectiva más objetiva y externa.
3. No lo tomes como algo personal.- Cuando hemos fracasado, es fácil tender a pensar que estamos “condenados” a hacerlo una y otra vez, que no estamos hechos para ser exitosos y que todo lo que hagamos saldrá mal. Sacamos conclusiones de hechos concretos y las interiorizamos como si esos hechos nos definieran y se convirtieran en nosotros mismos. Pero nuestra identidad no se compone solo de estos resultados y solo porque hayamos fracasado no significa que por correspondencia seamos personas fracasadas. Muchos nombres ilustres de la historia han sido personas que han fracasado estrepitosamente antes de alcanzar el éxito. Escritores, músicos, políticos, deportistas…montones son las estrellas universales que han explicado públicamente sus fracasos previos y cómo decidieron persistir y no abandonar. Esa es la diferencia: Fracasar no significa ser un fracasado. Solo se es un fracasado cuando se decide serlo.
4. Inventa un nuevo punto de vista.- En una sociedad que nos entrena contra el fracaso desde que somos pequeños, el error no tiene cabida en nuestras vidas y esto nos perturba mucho psicológicamente. Desde que hicimos el primer examen en la escuela hasta que llevamos a cabo nuestra primera entrevista de trabajo, nos han enseñado que el éxito se equipara a la felicidad y que fallar conduce a una vida insatisfecha, sin poder entrar en la Universidad que queríamos o acceder al puesto con el que soñábamos. Pero esta afirmación que tenemos totalmente instaurada en nuestras creencias no es real, ¿Cuántas personas de éxito, ricas y famosas, dicen no sentirse felices?¿Cuántas afirman sentirse realmente miserables a pesar del dinero o el status alcanzado? El nivel de felicidad no descansa en nuestro nivel de éxito sino en cómo nos aceptamos a nosotros mismos y en cuán satisfechos estamos en nuestra propia piel incluso cuando fracasamos profundamente.
Cambiar esta perspectiva es muy importante para no dejarnos hundir por nuestros fallos. ¿Por qué no empezamos a pensar que si fallamos es porque lo estamos intentando? Quizás contra más fallamos más cerca estamos de lograrlo, porque significa que no hemos abandonado.
5.- No busques la aprobación de los demás.- No busques la aprobación de los demás. A veces no la encontrarás, simplemente porque vivimos en un mundo muy competitivo en el que cada persona tiene una opinión diferente, que puede ser errónea o no. Walt Disney fue despedido de su trabajo en un periódico porque su jefe pensaba que “no tenía imaginación”. “Carrie”, la primera novela de Stephen King fue rechazada 30 veces antes de que se publicara. Y la lista de personas de éxito que fueron criticadas o rechazadas antes de tenerlo es inmensa. Ellos no se dejaron arrastrar por las opiniones de otros.
No podemos esperar ni pretender gustar a todo el mundo y cuando fracasamos tememos las críticas ajenas, el qué dirán y cómo vivir con esa “vergüenza”.
Pero es tu opinión la que cuenta, no la otras personas que también tendrán que cargar con sus propios fracasos. Prestar demasiada atención a la opinión de otros solo nos bloquea y nos paraliza. No olvides que es tu vida y tienes derecho a fracasar, al igual que todos los demás.
Fracasar significa vivir y tratar de negar este hecho es tratar de negar la realidad. No conseguir lo que queremos puede suponer un enorme contratiempo pero a la vez una gran lección de vida. Una lección que solo aprendemos viviendo. Cuando estés pasando un bache debido a un fracaso no olvides respirar y recordar estas bellas palabras de Charles Dickens: Cada fracaso le enseña al hombre algo que necesitaba aprender.
Respeto y aceptación de las ideas de los demás
Aceptar las ideas de los demás es en realidad un juego más sencillo de lo que parece. Es suficiente considerar que no significa estar de acuerdo, ni que todo el mundo nos comprenderá. Es más fácil transigir porque lo contrario dificulta conciliar.
Cuando un dogma, fe, creencia, idea, significado de justicia…lo que sea, nos domina, damos por evidente que es una obviedad, y que los demás deberían aceptar lo mismo que nosotros. Y que si no están equivocados. Pensar de este modo es característico, porque es muy fácil de rasgar el endeble orgullo humano; y un error frecuente, porque no consideramos que hay opiniones diversas; quizá tantas como galaxias. Y que la palabra orgullo significa sobre todo «sentimiento de satisfacción por logros», «amor propio» y «autoestima», además de arrogancia y vanidad entre otros.
Pelear en contra de una creencia o un hábito no tiene sentido, incluso puede llegar a convertirse en una lucha perdida. En cambio dejar de identificarse con esa forma de pensar, cuestionarla, examinarla, soltarla, e incluso sacrificarla, , puede ser el principio de la libertad o, al menos, como liberarse de esa particular tiranía de la que somos rehenes.
El disgusto que sentimos ante las opiniones que desafían a las nuestras es proporcional al grado de «apego» que tenemos de las propias; o en otras palabras: a la poca disponibilidad a mudarlas por nuevas. Cuanto más apego tenemos a algo, sea: una creencia, una persona, etc., más disgusto sentiremos al enfrentarnos con las diferentes. Es duro decir, y fácil deducir, que no es la idea del otro la que nos causa molestia, sino nuestro rechazo a aceptar otros puntos de vista diferentes (¡ay el falso orgullo en la mayoría de las ocasiones!) No es su creencia el problema, sino nuestra posición contraria a ella. En definitiva: nuestro «apego». Aunque a veces también lo es no rendirse a salir de la zona de confort.
Cuando alguien nos genere con su creencias cierto disgusto podemos preguntarnos: «¿Qué está sucediendo en mi mente?». Y, «¿Dónde se encuentra mi rechazo?». No se trata de cambiar nada, simplemente analizar lo que sucede. Una observación neutral de los hechos hará posible la «aceptación». Y la «aceptación», en este caso, es esa herramienta que nos ayuda a convivir con las creencias que nos disgustan. Nos evitará reaccionar frente a ellas de forma impulsiva, pero dando respuesta con suficiente autoestima y respeto. O mejor, con la «asertividad» necesaria para reafirmar y expresar la posición personal sin tratar de imponerla al otro.
Y «escuchar». ¡Ay, escuchar! ¡Ay, ay, ay, qué difícil es! Escuchar con interés a los demás aunque lo que piensen o digan se encuentre en las antípodas de nuestra propia opinión, es interesante. Esa es la prueba máxima de la «empatía», el «respeto», la «aceptación» y la «asertividad», piezas clave todas ellas para establecer un clima de paz. Escuchar al prójimo lo hace sentir valorado, entendido, e importante. He pensado que tal vez eso sea todo lo que necesita de verdad y al conseguirlo, podría ser que renunciara a imponer sus opiniones, creencias. (Miguel Romero Cardiel)
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